tus historias de
juventud,
tus triunfos y tus
fracasos
me enseñan tanto del
mundo.
Tu sonrisa franca, tu
sabio consejo,
me fortalecen con
verdadero ánimo.
Hoy con tus pasos
lentos
me enseñas a correr
con cuidado,
con tus lágrimas de
lluvia
me enseñas a regar el
árbol andino.
Tus costumbres y tus
tradiciones
me enseñan a ser un
sincero amigo,
a compartir el pan
con mi hermano.
Gracias mi viejo
amigo,
tus palabras son mi
refugio y abrigo.
Nico S.G
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