jueves, 12 de abril de 2018

Los Buenos Tiempos de mi Niñez en Mollebamba

Por: Nico Suárez Guerrero
Cusco, octubre 2018

Los buenos tiempos de mi niñez que pasé en Mollebamba, parecieran estar marcadas como las huellas de la historia en las paredes de las rocas. Veo algunas imágenes en el recuerdo y mis sentimientos se golpean unos a otros intentando aflorar todo en cada golpe de mi corazón.
Recuerdo aquellas tardes en las que ayudaba a mi madre a arreglar la huerta, por un momento siento el olor de las dalias y de las verduras frescas.
Recuerdo aquellas tardes en las que no teníamos luz eléctrica, mi madre, mi padre y yo, caminando lentamente para encender el mechero que teníamos en casa y gracias al pequeño fuego, mi madre podía servir la cena de la noche.
Recuerdo las tardes con mis amigos; recuerdo aquellos carros fuertes, que año tras año, podía servir a cualquier niño, aquellos carros de piedra o de madera con tal que podían tener la forma de carro, nos servían ya sea en tiempos de lluvia o en tiempos de sequía, firme estuvieron firmes a nuestras necesidades.
La infancia feliz en Mollebamba consistía en no saber que existían regalos para niños en Navidad, consistía en tener ganas de aquello que no se podía conseguir y podíamos seguir siendo felices. Consistía en correr tras los becerros en la vaquería y caerse en un manantial resbaladizo y que mis amigos echaran una carcajada y seguir corriendo juntos tras el arisco becerro.
Recuerdo la voz de mi abuela en las mañanas anunciando que ya era el tercer canto del gallo; recuerdo ese cariño de abuela que solo hablaba quechua y te lo decía con tanta dulzura. Recuerdo que ella se levantaba muy temprano, se levantaba tan temprano que a veces pensaba que ella era quien despertaba al gallo.
Recuerdo aquellas horas de la escuela, casi siempre faltando quince o veinte minutos para las 8 Am. me iba al fogón de leña donde preparaba mi madre el desayuno para calentar agua y bañarme.
Recuerdo aquellos recreos escarbando tres hoyos en el patio de la escuela para jugar con mis canicas mágicas de cristal. ¡Qué lejos están esos recuerdos! Recuerdo los caminos caminos por donde mis pasos de niño corrían alocados tras las vacas de mi padre o tratando de atrapar el caballo.

Recuerdo Mollebamba, el pueblo donde nací y pasé mi infancia, que en cada una de sus calles, de sus esquinas, en cada uno sus caminos, en cada rincón de ese pueblo está mis mejores recuerdos de niño.

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